El hombre que degolló al sacerdote italiano Faustino GazzieroLa satánica profecía de Rodrigo Orias Eran pasadas las cinco de la tarde del sábado 24 de julio cuando Rodrigo Orias entró con paso firme a la Catedral Metropolitana. Había recorrido los dos mil kilómetros que separan a Coyhaique de Santiago para cumplir con la misión que dijo le había encomendado Satanás: asesinar a un sacerdote católico.
No dejó hablar a su madre. Esperó la voz de ella al teléfono y le largó la frase. "Mamá, no volveré. Vende todas las cosas que hay en mi pieza. Cuando sea el momento sabrás dónde estoy". Y colgó. A Rodrigo Orias se lo había tragado la tierra hacía dos días, hasta que ese domingo feo y frío del 4 de julio su madre adoptiva, María de la Luz Gallardo, recibió el breve llamado y la todavía más corta explicación.
Desde ese día y hasta que tres semanas más tarde la mujer y su marido, Víctor Orias, se enteraron por los noticiarios que su hijo era el asesino del padre Faustino Gazziero, ambos habían rastreado todos los rincones de Coyhaique en que el muchacho de 25 años podría estar. No lo encontraron en la población Gabriela Mistral, tampoco en los alrededores de la Plaza de Armas ni en las casas de los amigos. Rodrigo Orias no estaba o, mejor dicho, había viajado primero a Concepción, y luego se marchó más arriba del mapa, hasta una pensión en la calle García Reyes, cerca del centro de Santiago, a sólo 18 cuadras de la Catedral Metropolitana, donde el sábado pasado debió cumplir con "el mandato".
GénesisHay dos bandos en el entorno de Orias: los que no se explican qué le pasó y quienes estiman que lo sucedido en la Catedral es el resultado de un proceso que se venía gestando desde hace años. Aunque en la Escuela Agrícola de Coyhaique lo recuerdan como un alumno regular, bueno para los deportes, obediente y solidario, en la otra cara se ocultaba su fanatismo por Tolkien y Lovecraft, y por el death metal, el rock más satánico de todos. A medida que iba creciendo, su numeroso grupo de amigos de la población se redujo a quienes compartían sus gustos musicales. En la adolescencia el joven seguía tranquilo, con escasos gestos afectivos, pero su apariencia era extravagante para la zona: pelo largo, pantalones militares y bototos, pero eso no aproblemaba a su familia. Como todos "los de negro", el nombre con que bautizaron a la pandilla.
Entre todos fueron construyendo un discurso antirreligioso que más tarde se transformó -como ellos lo expresan- en abierta adoración a Satanás. Rodrigo partió con la remodelación de su pieza, la que cubrió de afiches, uniformó en negro y decoró colgando los cuernos de un chivo. Pero nada de eso lo sabía su familia. Orias mantenía su rincón con candado.
El "Respi" -como le decían en el colegio- mantenía contacto con grupos similares al suyo fuera de Coyhaique. Según relata un ex compañero de colegio, solía decir que amigos del norte le enviaban discos y revistas relativas al death metal. Con ellos mantenía correspondencia y les depositaba dinero para conseguir artículos imposibles de encontrar en Coyhaique.
Los gustos de Orias para algunos de sus conocidos no pasaban de ser una extravagancia. Sin embargo, hay testigos que aseguran que hace rato Rodrigo y sus amigos habían pasado del discurso a la acción. Según relata el cuidador del cementerio de Coyhaique, en varias oportunidades hallaron rastros de ceremonias satánicas en el recinto. Primero fueron algunas cruces invertidas, luego el saqueo de algunas tumbas y, más tarde, el sacrificio de algunos perros vagos con cuya sangre escribían algunas consignas satánicas en los mausoleos. Eran episodios aislados, pero que en la ciudad los recuerdan, como aquella vez que identificaron a Orias entre el grupo que roció vino tinto en la capilla Inmaculada Concepción en la población Los Ciervos.
La familia Orias aprendió a convivir con los cambios que experimentó el mayor de sus hijos. Lo mismo ocurrió con la comunidad de Coyhaique que dejó de sorprenderse con los desmanes cada vez más frecuentes en el cementerio y en algunos templos católicos. Así como surgieron los llamados "satánicos", meses antes habían aparecido los "raperos", un grupo que por meses causó alarma pública por asaltos y vandalismos. La lectura en la zona es que estos grupos son el reflejo de la frustración de los jóvenes que no pueden cumplir con sus expectativas. Por eso, Orias no es un caso único. Sólo en su grupo se contaban al menos 15 jóvenes y en la ciudad habitaban otras cinco pandillas que se declaran "satánicas" y cuyos miembros vagan, toman y provocan desórdenes todos los días en distintos puntos de Coyhaique. Para sus compañeros de trabajo, familiares y algunos amigos, Orias no era un joven distinto. Lo describen como tranquilo, sin atisbos de rebeldía, responsable y solidario. Así lo recuerdan los profesores de la Escuela Agrícola, donde egresó en 1997 y donde tres años después se graduó como técnico agrícola.
Es por eso que tras egresar, el ingeniero Raúl Morales lo llamó para colaborar en algunos proyectos del Instituto Forestal, entidad dependiente de Conaf. Su trabajo allí estaba orientado a realizar inventarios forestales, tarea que lo obligaba a salir de Coyhaique por varios días. Estaba bien evaluado, tanto que cuando Morales decidió independizarse, lo llamó para colaborar en su empresa.
"Rodrigo era un joven cualquiera. Llamaba la atención por su pinta, pero uno lo interpreta como una moda como tantas otras que han llegado", señala Morales.Su familia aún no se explica la transformación de Orias. Un sector sostiene que el cambio más radical se notó tras enterarse de que María y Víctor Hugo no eran sus padres biológicos. "Se enteró por terceros -dice un tío- y eso fue doloroso, porque ellos habían buscado el momento para decírselo".
ExodoEntre lo que le quedaba de la devolución de impuestos y de la mísera venta de una guitarra eléctrica, a Orias le alcanzó para comprar el pasaje en bus entre Concepción y Santiago y pagar los $ 40 mil que la dueña de la pensión ubicada en García Reyes 90 le cobró por una pieza en el primer piso, pequeña, pero con vista a la calle. Este detalle lo tuvo sin cuidado. Aunque ni la dueña ni el resto de los inquilinos se enteraron que ya en el primero de los nueve días que Orias vivió en ese lugar -entre el 15 y el 24 de julio- se preocupó de tapar las ventanas de su pieza con papel y de colgar en los muros, entre otras cosas, dos crucifijos metálicos de color plateado. A uno de ellos le ató una cadena a los pies de la imagen de Cristo, de manera que al colgarla la figura quedaba con la cabeza hacia abajo. Al otro lo amarró a un pentagrama con una cuerda negra, en cuyo extremo se balanceaba una vela.
También ordenó el escaso equipaje que traía en su mochila verde y morada. En un armario con olor a madera mojada, el joven colocó las poleras, los pantalones, una chaqueta de cuero y un juego de sábanas negras perfectamente planchado. Todas sus cosas hacían juego con un luto riguroso. Pero en la pensión los tipos que vestían así no despertaban sospechas. Muchos de los inquilinos que habían pasado por ella eran estudiantes provincianos que lucían tenidas hiphoperas, desaliñadas o, de frentón, de negro absoluto, como el coyhaiquino.
En esos nueve días, Orias al parecer no recibió visitas. Los único ruidos que dicen que se escuchaban en la habitación asemejaban el traslado de muebles pesados. Otras versiones afirman haber escuchado al sujeto hablando al revés. Sin embargo, lo habitual era el silencio. "Recuerdo haberlo visto siempre con los audífonos puestos -dice otra pensionista-. Parecía muy tímido". En la mochila le encontraron nueve discos compactos de Setherial, quizás el más radical de los grupos de death metal. La letra de uno de sus temas dice: "Te obligo a abrir las venas, los pensamientos impíos, el mal dentro. El temor es la bestia, el tiempo está aquí, estoy en todo, el hijo de Satán está aquí". La policía también halló una hoja escrita a máquina. En ella decía "clavaré las espinas más profundamente en su cadáver, destruyendo a Cristo para siempre".
RevelacionesSólo una semana antes del crimen del sacerdote, Orias retomó el contacto telefónico con su casa. Fue una llamada breve. Sólo quería hablar con su hermana menor de 12 años para decirle que estaba bien y luego cortó.Los padres del joven de 25 años sólo supieron a ciencia cierta del paradero de su hijo la tarde del sábado 24, la tarde en que asesinó al padre Faustino Gazziero, al terminar la misa que oficiaba como de costumbre a las cinco y media.
Casi en el mismo momento en que el matrimonio Orias Gallardo se enteraba del crimen por los noticiarios, Investigaciones les allanó el domicilio en busca de alguna pista. Se llevaron discos y revistas dedicadas al satanismo y una pila de negativos fotográficos que el joven guardaba en su pieza. El resto de sus cosas había sido quemado por su padre, después de que Orias les avisó que no volvería a casa. Los planes eran desmantelar la habitación, por años cubierta con consignas demoníacas, para habilitársela a su hermana menor.Antes de partir, Rodrigo llevaba dos semanas sin hablar con nadie en su casa. Su mutismo sólo lo interrumpía para hablar con su hermana menor -según un tío, hasta en los momentos más oscuros la regaloneaba- y cuando entablaba extrañas conversaciones telefónicas de 30 minutos. Según señala un cercano a la familia, las cosas se hicieron insostenibles hasta que, días antes de que desapareciera, su madre le imploró que le explicara qué estaba pasando. Casi no hubo respuesta. Salvo un escueto y tanjante "nada que te importe. Ya vas a saber".
Orias no sólo había cortado con su familia. Poco antes de abandonar su casa se desempeñaba esporádicamente como técnico forestal para una empresa privada de asesorías. Ya le habían avisado que estaba considerado para una nueva faena a las afueras de Coyhaique, pero él la rechazó señalando que ya no estaba interesado en dedicarse a esa labor.
La teoría de su madre era que su hijo se había cambiado a la casa de uno de los amigos que compartían sus gustos. Lo cierto es que Rodrigo sí llegó a hospedarse con uno de ellos: Cristián Uribe. De hecho, la madre de éste asegura que Orias, en los días previos al viaje a Santiago, insistía en que "debía viajar para cumplir una misión para su señor".
ApocalipsisPor poco más de $ 2.500 y apenas un par de días antes del crimen, el joven de 25 años pudo comprar una daga con una hoja de 18 centímetros en la galería comercial Copacabana, en pleno centro de Santiago. De acuerdo con los peritajes policiales, se preocupó de ir hasta San Diego para afilar el cuchillo por ambas caras. Con el arma envuelta en un diario, en la tarde del sábado 24 de julio, Rodrigo Orias Gallardo aparentemente caminó las 18 cuadras hasta la Plaza de Armas. Las investigaciones dividen sus pasos. Algunos insisten en que entró en una librería y -con los ojos perdidos- pidió una hoja de papel. "Ya sabrán de mí", habría dicho al salir. Otros afirman haberlo visto sentado en las escaleras de la iglesia, con la vista extraviada, mascullando solo y pidiendo limosna.
Donde todas las hebras parecen unirse en que pasadas las cinco, y mientras el padre Faustino Gazziero oficiaba la misa como todos los sábados, Rodrigo Orias -vestido de negro y con la daga guardada en un bolsillo- entró a la Catedral.
Letras con sangreCuando en la tarde del sábado el herido Rodrigo Orias ingresó a la UTI de la Posta Central, las enfermeras quedaron espantadas. Al joven lo traían gendarmes y detectives, amarrado a la camilla, en calzoncillos y con la cara ensangrentada. "Ninguna quería atenderlo -dice una de ellas-, porque teníamos miedo". Después de salvarle la vida con una traqueotomía, a Orias lo dejaron sedado en una pieza común, con otros tres enfermos, pero separado por un biombo.
Una de las enfermeras recuerda que entre los médicos comentaban las marcas y tatuajes del sujeto, como una cruz invertida junto al ombligo, un carnero en un hombro y un pentagrama sobre el corazón. Otra marca dice "Deicide", nombre de una banda que lució también en una bandera puesta sobre el féretro de Edgard Paredes, joven de 20 años que apareció ahorcado el 2001, en la XI Región.
En la pensión, la policía encontró una carta de Orias en la que escribió: "Tú, que bautizas de odio, maldad y lujuria a nuestros progenitores, satanismos es puro". Y agrega: "Porque siempre te quisieron conocer. Quizás de destrucción a la vida y de amor a la oscuridad. Algún demonio, satanás".
Durante los cuatro días en la Posta, el homicida del sacerdote no recibió visitas. Tampoco ahora, trasladado a una pieza privada en el centro asistencial de Gendarmería. Sólo el viernes lo fue a ver el padre Nicolás Vial, capellán de la institución. Contra lo previsto, el encuentro fue "cordial y respetuoso. Aquí no se puede hablar de un tipo poseído, porque recé un Padrenuestro y le coloqué las manos en la cabeza sin que me rechazara".
Medio: LA TERCERAAutor: ¶Patricio Corvalán y Vanessa Azócar enviada especial a Coyhaique
martes, 15 de mayo de 2007
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1 comentario:
hola buen reportaje me gustaría acceder a las conversaciones en estado de lucides que realizo rodrigo crees que se pueda?
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